Publicado en Crítica

A esto hemos llegado.

Hoy quiero compartir mi indignación con vosotros. Yo siempre he apoyado la literatura infantil, siempre les he incentivado tanto a mis hermanos, como a mis primos y desde que me convertí en madre, a mi hijo; la importancia de la lectura. Un hábito adquirido en la infancia, que les pudiera ayudar en un futuro.

En mi familia siempre hemos sido unos ávidos lectores, unos más que otros y cuando mi pequeño tuvo la edad suficiente, fuimos a la biblioteca para hacerle su carnet de socio. Sus ojos se iluminaban cada vez que veía un libro, siempre nos deteníamos en los escaparates de las librerías para ver las novedades. Pero según fue creciendo, su interés por la lectura decayó considerablemente y no solo por las tecnologías de última generación, sino por la lectura obligatoria escolar.

Y es que no hay nada más frustrante que te obliguen a leer aquello que no te gusta. Soy partidaria de que se incentive la lectura en el colegio, pero no que lo conviertan en una imposición, porque crea un actitud de rechazo directa. A pesar de todo, mi hijo continuó con las lecturas escolares y la verdad es que según crecía, la literatura infantil me fue decepcionando cada vez más; y estos últimos meses ha llegado a escandalizarme. Por eso hoy quería compartiros una anécdota que surgió ayer mismo en casa con el último libro que mi niño había cogido de la biblioteca del colegio.

Decir que estoy indignada es solo una parte de como verdaderamente me siento, y éste es el libro en cuestión.

Éste libro que ha simple vista parece inofensivo, con atractivos dibujos y un título sugerente que promete diversión; es una completa basura.

Y no digo esto sin razones, dejadme que os cuente por qué he llegado a esta conclusión.

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